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5 de abril
 

Querida Estrella,
 

Sé que dije que no volvería a escribirte. Eso te prometí en mi última carta y lo he incumplido. No sé cómo explicártelo, pero necesito hacerlo, a ver si de una vez por todas soy capaz de poner un poco de orden en mi cabeza y encontrar una salida satisfactoria para todos. 
 

Estos días han sido tremendamente frustrantes. Estoy cansado de recorrer las mismas rutas, examinar los mismos escenarios, observando cada día al hombre del traje azul reencontrarse consigo mismo en aquella caseta abandonada junto al campo de fútbol. 
 

Son extraños los lugares en los que uno se siente bien estando a solas. Mucha gente habla de que ese momento de autoconocimiento lo vivieron en Roma, la Toscana, la India o vete a saber qué extraño lugar. Este hombre ha encontrado ese lugar en la parte trasera de su casa. Yo, ni aquí, ni allí, ni en ningún sitio. 
 

Estoy harto de hacer anotaciones, de revisarlas una y otra vez. Trato de aplicar mi método de trabajo, de ser fiel a él y lo consigo, casi todo el tiempo. Pero sobre todo me concentro en ser una persona seria, profesional y responder ante la persona que me paga. Dicho esto, tengo que decirte que, en realidad, no hay nada más que hacer, solo actuar. Sin embargo, no doy el paso. Tal vez ande perdido en la búsqueda de mi propio yo, ¡vaya quimera! O menuda tontería, según se mire. Pienso en las cosas que te dije en mi última carta, y creo que a día de hoy soy incapaz de desligarme de las emociones. ¿Tú lo crees posible? ¿Consideras realista pensar en dividir el cerebro en dos y conseguir que actúen de forma independiente? Y lo que es más importante, haciéndolo con naturalidad. A mí, en este momento, me parece imposible. Casi puedo apostar a que a la vuelta de los próximos días me espera el fracaso. Trato de tener paciencia, pero se me está agotando.
 

Sé que es una contradicción. En mi caso, querer hacer algo bueno con mi vida, lo es. Es imposible, va en contra de mi propia naturaleza. El bien, el mal. La vida está llena de matices, depende del punto de vista de cada uno, del modo en que le afecte. No en vano mi profesión existe porque hay gente que la necesita. Que se lo pregunten a mi jefe. Así que ¿dónde está la barrera entre lo correcto y lo equivocado? 
 

Quizá tú lo sepas. Yo, por mi parte, estoy cansado de buscarla y de intentar moverme por ella, si es que alguna vez la encontré. A veces me hago una pregunta ¿soy una mala persona? Pienso que no. En realidad, la palabra correcta es, malvada. Pero ahora te traslado la cuestión a ti ¿tengo buenas cualidades? Difícil respuesta ¿verdad? Supongo que esa es la lucha que tenemos todos. Nos debatimos entre nuestro lado bueno y la parte mala, ya te digo, incluso malvada. Se me viene a la cabeza el típico recurso de las películas, con el angelito en un hombro y el diablillo en el otro. Yo solo tengo un demonio dentro de mí y creo que va siendo hora de que lo acepte y me deje de estupideces emocionales y de la búsqueda de mi lado bueno.
 

Sé que no puedes ayudarme, ni quieres, claro ¡quién va a querer ayudar a alguien como yo! No hay empatía que lo consiga. Por eso, después de tanto tiempo, he terminado en un bar con un gin-tonic por delante y escribiéndote una carta en un más que considerable estado de embriaguez. ¡Vaya plan! De hecho, estoy a punto de romper mis propias reglas, de salir del anonimato y meterme en la conversación de los chicos de la mesa de al lado, mis «amigos» los jóvenes delincuentes del pueblo.  ¡Es inaudito! Creo que te lo comenté en alguna ocasión. ¿Cómo es posible que la gente hable en todas partes de cualquier tema? A viva voz, sin miedo a ser escuchados. Estos niñatos están planeando un robo y si yo puedo escucharlos, también puede hacerlo la pareja que está en la mesa del otro lado, a la misma distancia que yo. Simplemente se trata de poner interés, de querer escuchar, de abrir los oídos con atención. Nada excesivo, la información está ahí, sobre la mesa, solo hay que tener un mínimo interés en cogerla.
 

Van a robar bebidas de un almacén de distribución. Simplemente para beber sin pagar. Los escucho asegurar lo fácil que es, no hay sistemas de seguridad, que va a ser entrar y salir. Yo pienso que si lo siguen pregonando a los cuatro vientos no van a llegar ni a la puerta. En fin, no será por mí. No soy el más adecuado para criticarlos, al menos en cuanto a los fines, respecto a los medios, sería otro cantar.
 

Mientras te escribo y te cuento estas cosas, no sé qué esperar. ¿Tu apoyo? ¿Tu consejo? Sé que eso no va a llegar y no creas que me siento mal por ello. Tampoco espero que vengas a decirme que, en el fondo, después de todo, soy buena persona. Eso no va a ocurrir, y si lo hicieras no sería verdad. No negaré la realidad. Escribirte tampoco es un medio de mostrar mis emociones, mi lado normal, esa parte de mi personalidad en la que habitan buenos sentimientos. Yo sé que los tengo, aunque nadie lo crea. Ni siquiera tú. ¿Todo esto lo demuestra? Me temo que no, ¿acaso importa? Tampoco.
 

En cualquier caso, te elegí a ti porque una vez supiste verlo, aunque ahora me parezca una fantasía.
 

Bueno, me despido de ti, por el momento al menos.
 

Con cariño, ese al que una vez llamaste, 
El Púa.

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